Según los estudios, un 19% de hombres españoles sufren disfunción eréctil. Por disfunción eréctil se entiende la incapacidad repetida de lograr o mantener una erección lo suficientemente firme y duradera como para poder tener una relación sexual satisfactoria. La disfunción eréctil no es el gatillazo de un día. La disfunción eréctil es el gatillazo reiterado día tras día. Los grados y las motivaciones que hayan causado esa disfunción no son igual en todos los casos. Una enfermedad (diabetes, tabaquismo, drogadicción, alcoholismo crónico, arteriosclerosis o problemas vasculares, entre otros), una lesión que afecte al miembro viril o a cualquiera de los nervios que intervienen en el acto de la erección o el efecto secundario de algún tipo de medicación (antihistamínicos, antidepresivos, tranquilizantes…) puede ser el responsable de que la erección no se realice correctamente o, simplemente, no llegue ni siquiera a iniciarse.

Hay muchos especialistas que apuntan a causas psicológicas como motivos provocadores de la disfunción eréctil. La depresión, la ansiedad, el estrés, la falta de autoestima, etc. son, entre algunos otros, algunos de los problemas psicológicos que pueden acabar afectando a la erección.

Los hombres que padecen disfunción eréctil buscan, lógicamente, la mejor manera de poner remedio a un problema que, afectando a la vida sexual, acaba afectando a la vida entera. Ya hemos dicho en otras ocasiones que una vida sexual satisfactoria ayuda a potenciar el sentimiento de “felicidad”.

Para resolver o aliviar los problemas de disfunción eréctil se han buscado soluciones a lo largo de toda la historia. De la industria farmacológica a la propia industria del juguete erótico, quien más quien menos ha buscado la manera de alejar al fantasma de la disfunción eréctil de entre las preocupaciones masculinas. En esta misma sección, por ejemplo, ya tratamos en su momento el tema de las bombas de vacío para pene y vimos cómo debían utilizarse para conseguir mejorar la erección.

Los mayores esfuerzos para acabar con la disfunción eréctil, sin embargo, han tenido siempre que ver con la ingesta de medicamentos o, cuanto menos, de algún tipo de complemento alimenticio que ayude a luchar contra lo que antes se conocía como impotencia. Se dice que Fernando el Católico consumía grandes cantidades de testículos de toro guisados y cocinados para, así, aumentar su potencia viril. Ahora, por suerte, no es necesario recurrir a esos sistemas. Todos conocemos la revolución que la Viagra supuso para el tratamiento de la disfunción eréctil. El sildenafilo, componente principal de la famosa pastillita azul y responsable de sus efectos “mágicos”, ayuda a aumentar el flujo sanguíneo en el pene y, así, favorece la posibilidad de que se produzca la erección. Después de todo, el flujo sanguíneo y el volumen de sangre que pueda acumularse en los cuerpos cavernosos del pene son los factores que determinan el rigor y la duración de una erección.

Esa función, la de favorecer la afluencia de sangre al pene, es también la función principal que cumplen las cremas vigorizantes. Éstas disponen en su formulación algunos componentes que estimulan la circulación sanguínea y relajan los vasos sanguíneos del pene para que permitan la afluencia de sangre y su entrada en los cuerpos cavernosos.

Marcas de primera línea como la marca japonesa Shunga llevan años lanzando al mercado cremas vigorizantes que potencian la sensibilidad del pene y facilitan la erección contribuyendo así a la mejora de la vida sexual de la persona. Junto a las cremas vigorizantes de Shunga se pueden encontrar en el mercado otras cremas vigorizantes que ayudan a mantener la potencia y la elasticidad del pene y que, dermotológicamente testadas y con propiedades antialergénicas, pueden servir de ayuda para aquellas personas que, por un motivo u otro, transitario o no, tenga algún problema de disfunción eréctil. Entre estas cremas vigorizantes encontramos Stimul 8, PeniSex, Kolossal, etc.

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