Es la obsesión del momento. Todo el mundo habla de él y todo el mundo lo teme. Con motivo real para preocuparse o sin dicho motivo, lo cierto es que el coronavirus o COVID-19 está en boca de todo el mundo. El bombardeo constante de noticias sobre este virus que ya ha causado, al parecer, cerca de dos mil muertos, las medidas drásticas de aislamiento tomadas en China y en otros lugares del mundo en que se ha detectado algún caso, la alarma hecha pública por la Organización Mundial de la Salud (OMS) o las consecuencias económicas de la expansión del virus (un ejemplo de ellas sería la anulación del Mobile Word Congress de Barcelona a consecuencia del goteo incesante de marcas que anunciaron en un plazo de tan solo 48 horas que no acudirían a él) son algunos de los motivos que hacen que el coronavirus se haya convertido en el principal motivo de preocupación a nivel internacional. Y esa preocupación ha llegado también al mercado del juguete erótico.

Hace apenas unos días, el diario El Mundo recogía un artículo de Xavier Colás desde Moscú en el que se hablaba de cómo los sex shops rusos se estaban comenzando a enfrentar a una incipiente escasez de juguetes eróticos. ¿Por qué? Porque el tránsito comercial por la frontera rusa con China se había restringido debido al coronavirus y porque la mayor parte de vibradores y de otros tipos de juguetes eróticos consumidos en Rusia son fabricados en China. De hecho, en China se fabrican hasta juguetes eróticos comercializados por marcas estadounidenses y europeas.

En el artículo de Colás se recoge la opinión de Maximilian Lapin, fundador de Pink Rabbit, una cadena de sex shops rusa que tiene diez años de antigüedad y que está formada por unas 70 tiendas. En un mercado en pleno crecimiento y pendiente de diversificarse, la dependencia de los productos eróticos que, o bien íntegramente, o bien en parte, han sido fabricados en China, marca el futuro inmediato del negocio. Lapin afirma que tienen productos en stock para dos meses pero… ¿y si la crisis del coronavirus se prolongara durante más tiempo? Muchos sex shops rusos se verían sin productos para vender.

En el artículo que citamos aquí del diario El Mundo se recogen una serie de cifras que demuestran hasta qué punto el mercado del juguete erótico está creciendo en Rusia. Si en el mundo ese mercado está creciendo a una media del 7% al año, en Rusia el crecimiento es del 20% anual. De entre los compradores, las estadísticas dicen que más de la mitad son mujeres. En los últimos años, sin embargo, los hombres se han apuntado también a la compra de productos eróticos. Por otro lado, cada vez son más las parejas que acuden juntas a los sex shops de Rusia para elegir juntos sus juguetes sexuales. En total, actualmente hay 1.275 tiendas en Rusia dedicadas a la venta de juguetes para adultos.

¿Qué compran los rusos en sus sex shops? El 30% de ellos eligen juguetes variados (vibradores, dildos, plugs anales, anillos para el pene, etc.); el 20%, lubricantes, velas y preservativos; el 15%, lencería, y el 15%, BDSM y prendas de cuero. El resto de productos eróticos que se venden en los sex shops de Rusia son adornos, regalos, etc.

La preocupación del sector de la venta de juguetes eróticos en Rusia se ve incrementada al comprobar lo que ha sucedido en el sector de los teléfonos móviles. Huawei, Vivo, Realme, Lenovo, ZTE o Xiaomi, productores chinos de smartphones, suspendieron durante dos semanas los suministros de productos a Rusia con motivo del coronavirus. Además, la crisis del COVID-19 ha coincidido con la celebración del Año Nuevo chino, lo que ha hecho que muchas fábricas del gigante asiático hayan decidido prolongar sus vacaciones para, de ese modo, intentar ponerse a salvo del contagio.

Para hacer frente a esta situación y a otras semejantes, el Ministerio de Industria y Comercio de Rusia ha aconsejado a los fabricantes del país que busquen nuevos socios más allá de las fronteras y que sustituyan a las empresas chinas por empresas coreanas, turcas o italianas. Todas las empresas de juguetes eróticos de estos países tienen ahora la posibilidad de abrirse hueco en un mercado en crecimiento como es el mercado ruso.