¿Qué mejor lienzo para estrenarnos como artistas de la pintura que el cuerpo desnudo de nuestra pareja? Dejar en ese cuerpo los trazos de nuestras caricias puede ser una excelente manera de plasmar sobre él la orografía exacta de nuestro deseo. Seguramente, muchos de esos trazos se concentrarán en zonas especialmente sensibles del cuerpo de la persona que hemos convertido en magnífico lienzo propio de un Louvre o de un Museo del Prado. En el cuello, alrededor de los pezones, en la parte interna de los muslos, sobre el vientre, junto a sus labios vaginales, en su pene o testículos… Cualquiera de estas partes pueden lucir mucho más sugerentes adornadas con un trazo de pintura. Para completar el efecto erótico de dicho trazo que nuestras manos han dejado sobre ese cuerpo desnudo, nada mejor que utilizar una pintura muy especial y que nos ofrece la posibilidad de disfrutar de una muy excitante experiencia gastronómica: la pintura comestible.

El relacionar lo sexual con lo alimenticio no es algo nuevo. El mismo lenguaje suele relacionar sexo y nutrición con expresiones del tipo “te voy a comer a besos”. En esa expresión se combinan el deseo y la metafórica antropofagia de una manera perfecta. No hará falta recordar hasta qué punto la expresión “te voy a comer…” puede completarse con un sinfín de sustantivos que se refieren directamente a los genitales masculinos o femeninos. Esas expresiones, enunciados desenfadados y claros de prácticas sexuales tan positivamente valoradas tanto por hombres como por mujeres como lo son la felación y el cunnilingus, son la mejor expresión de esa relación que los seres humanos acostumbramos a establecer entre sexo y alimentación. Prueba de esa relación son las diferentes creaciones que la industria del sexo ha lanzado al mercado.

Para dar un toque de sabor a las prácticas referidas, la industria del sexo ha creado lubricantes íntimos con sabor, braguitas comestibles, aceites para masaje con sabor, cremas comestibles, preservativos con sabor y, por supuesto, pinturas comestibles. Desde quitar la ropa interior a mordiscos hasta utilizar un lubricante con sabor a chocolate, cereza, fresa o frutas tropicales, las opciones que tenemos a la hora de incluir el sentido del gusto entre los más beneficiados en el juego sexual son muy variadas.

Utilizando un pincel de cerdas suaves o, mejor aún, los dedos, el extender la pintura con sabor a miel o chocolate sobre el cuerpo de la pareja se puede convertir en un maravilloso juego lleno de sensualidad y erotismo. Una vez extendida la pintura comestible por las zonas del cuerpo más sensibles a nuestras caricias, serán nuestros labios y nuestra lengua quienes vayan saboreando los signos y trazos que hayamos dejado en ese maravilloso lienzo.

Que muchas de las pinturas comestibles elaboradas por marcas como Shunga o Bijoux Indiscrets posean en su formulación componentes afrodisíacos convierte a estos productos en un maravilloso instrumento a la hora de añadir un plus de fogosidad y erotismo a nuestras relaciones íntimas.

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