Ya hablamos en su momento en este blog de cómo la robótica estaba llegando al mundo de los juguetes eróticos y de cómo las muñecas eróticas ya apenas tenían nada que ver con las viejas y, digámoslo claramente, cutres muñecas hinchables que ser convirtieron, por su propio cutrerío, en objetos risibles destinados a gastar mil y una bromas en cumpleaños y despedidas de solteros.
Hablábamos en aquel artículo de las muñecas y muñecos hiperrealistas que, robotizadas, podían llegar a convertirse un día, y gracias al microchip personalizado que los fabricantes crearan para cada comprador, en la compañía ideal de ese comprador que buscara, de alguna manera, la amante perfecta. Citábamos en nuestro post “La robótica llega al sex-shop” a David Levy y a su obra Amor y sexo con robots: la evolución de las relaciones humano-robot y, al hacerlo, destacábamos cómo Levy pronosticaba en dicha obra que son tres décadas el tiempo que falta para que llegue el momento en que seres humanos y muñecas eróticas robotizadas puedan llegar a mantener entre sí algo así como una relación de carácter sentimental.
Que esas tres décadas deberán estar marcadas, como cada proceso, por una serie de hitos que serán fundamentales para que el objetivo de esa relación casi sentimental entre las muñecas y los muñecos sexuales robotizados y las personas se produzcan es algo que puede darse por previsible. Después de todo, los procesos, cualquier proceso, no acostumbran a ser lineales. Por regla general, están salpicados por momentos puntuales que adquieren una significación especial por su importancia dentro del proceso. Son pequeños avances tecnológicos o ideológicos sobre los que se trabaja y que permiten que el proceso siga su curso sin detenerse. Pequeñas aceleraciones que nos acercan al objetivo.
Uno de esos momentos se ha producido en esa evolución que parece imparable hacia el día en que al fin pueda fabricarse la perfecta y robotizada muñeca erótica y el diario La Vanguardia se hacía eco de ello hace apenas unos días. “Un científico catalán crea la primera muñeca sexual con inteligencia artificial”, titulaba el diario barcelonés una noticia en la que se nos contaba cómo Sergi Santos, experto en nanotecnología catalán, había creado a Samantha.
¿Que quién es Samantha? Samantha es un prototipo de muñeca sexual dotada de un microprocesador que le permite interactuar con los seres humanos “en modo familiar, romántico o erótico”, un paso sin duda capital para llegar a ese futuro al que apuntaba David Levy en su obra. Samantha está hecha de TPE (un elastómero termoplástico semejante a la silicona médica), pesa 40 kilos, tiene una larga cabellera de color castaño y luce unos sensuales ojos de color verde. ¿Sus medidas? 90-55-90. Muy cercanas, sin duda, a lo que se considera el standard de la perfección.
Sergi Santos, experto en el manejo de instrumentos como el microscopio de fuerza atómica, ha creado para Samantha un microprocesador que, gracias a su potente algoritmo, permite a esta muñeca sexual robotizada interactuar con su pareja humana de diferentes maneras. Samantha puede acompañarnos, en el sofá, mientras vemos una película, pero también puede convertirse en una pareja sexual que puede llegar, incluso, a alcanzar el orgasmo. Para que ello sea posible es necesario que Samantha sea estimulada convenientemente. Sin duda, nada que no suceda con una mujer real.
Sergi Santos se incorpora así a un camino, el de la creación de muñecas sexuales robotizadas, por el que transita hace ya tiempo la empresa norteamericana RealDoll. Esta empresa, creada por Matt McMullen y ubicada en Silicon Valley, tiene previsto comercializar a finales de este año una muñeca sexual que llevará integrado un sistema de inteligencia artificial que permitirá al comprador de la muñeca modelar la personalidad de ésta para, así, “crear una relación duradera en el tiempo”.
El proyecto de RealDoll es, en muchos aspectos, similar al que ha desarrollado Sergi Santos. Podemos encontrar, sin embargo, algunas diferencias. El del material utilizado para realizar las muñecas es una de ellas, quizás la más importante. Santos, como hemos visto, opta por el TPE. RealDoll, por su parte, ha escogido para realizar sus muñecas eróticas de gama alta la silicona médica, un material más caro. Entre 8.000 y 10.000 dólares debe pagar un cliente por adquirir una muñeca erótica personalizada de RealDoll. Una vez realizado el encargo, el comprador tardará varios meses en recibir en su casa la muñeca sexual realística elaborada por RealDoll.
Uno de los grandes mercados para las muñecas eróticas realísticas es el mercado chino. Es en China, además, donde se encuentran la mayor parte de los fabricantes de este tipo de productos eróticos. Y es ahí donde Sergi Santos tiene previsto viajar en breve, según informa La Vanguardia en el artículo mencionado anteriormente, para “cerrar acuerdos con potenciales proveedores”. Uno de los objetivos principales de Sergi Santos es conseguir producir una muñeca sexual robotizada asequible a un mayor número de personas. Otro, conseguir que, una vez realizado el encargo, el cliente pueda tener en su casa su muñeca en unas pocas semanas. Es decir: reducir el precio y reducir el tiempo de entrega que actualmente oferta a sus clientes RealDoll. Finalmente, lo que Sergi Santos persigue es hacer realidad la “profecía” de David Levy y ser capaz de crear un producto del que su comprador acabe enamorándose.
Hasta que ese momento llegue, sin embargo, hasta que podamos dirigirnos al mercado para conseguir esa especie de pareja a nuestra medida que serán las muñecas eróticas robotizadas, deberemos conformarnos con utilizar alguna de las fantásticas muñecas super realísticas existentes en el catálogo de muñecas de SexshopDreams. Nicole Aniston o Marica Hase pueden ser tus compañeras de cama si compras alguna de las muñecas super realísticas que copian las facciones y medidas de estas dos fantásticas actrices porno.
Samantha: tacto natural y microchip por cerebro
Las muñecas de RealDoll