Hace ya un tiempo que dedicamos un artículo de nuestro blog a la historia del sujetador. Sin duda, el sujetador es una de las prendas de lencería que mejor cumplen con la función de realzar la belleza natural de la mujer. Pero hay otra prenda que no le va a la zaga en el cumplimiento de dicha función y que, además, acostumbra a ser mucho más visible que el sujetador. La prenda de lencería de la que estamos hablando son las medias. Las medias estilizan las piernas y modelan las pantorrillas convirtiéndolas en oscuro objeto del deseo de quien las contempla.
Fetichistas de todos los tiempos han fijado su atención en las piernas y gente tan diversa como el cantante Rod Stewart, el cineasta Alfred Hitchcock o el fotógrafo Elmer Batters (que convirtió las piernas femeninas en el tema principal de su obra fotográfica), se han declarado, en alguna ocasión, fetichistas absolutos de las piernas. Todos ellos, seguramente, han aplaudido en más de una ocasión el aporte glamouroso que las medias dan a unas piernas. Una pierna se convierte en algo que sirve para algo más que para andar o correr cuando está enfundada en una media.
Las calzas
Y eso a pesar de que las medias provienen de una prenda de nombre poco glamouroso. Las prendas que, evolucionando, dieron lugar a las medias fueron las calzas. Las calzas cubrían las piernas de hombres (ellos llevaron medias antes que las mujeres) y de las mujeres. No en vano, los primeros en mostrar las piernas de una manera pública fueron los hombres. Mientras tanto, las piernas de las mujeres, cubiertas por las calzas, permanecían ocultas bajo los ropajes de la época. ¿Quiere eso decir que las calzas se limitaban a ser un trozo de tela destinado única y exclusivamente a cubrir la carne? No. De hecho, las calzas solían lucir espléndidos bordados, de lo que se deduce que, más allá de lo público, en la intimidad, podía cumplir una marcada función sensual.
El uso de las calzas fue heredado de los pueblos germánicos por los romanos. Fueron ellos quienes dieron a las calzas su nombre. Estas calzas originales no eran tan largas como las que empezaron a utilizarse durante la Edad Media. Fue en el siglo XV cuando las mujeres empezaron a utilizar las calzas. Las calzas se dividieron en el siglo XVI en dos partes, una que cubría abdomen y parte de los muslos y otra que cubría la parte inferior. A esta parte inferior de las calzas se la empezó a llamar medias calzas, nombre del que proviene el nombre de las medias que conocemos hoy en día.
Fue llegado el siglo XX cuando la palabra media se impone y cuando las medias calzas se convierten, definitivamente, en otra cosa. La moda ha cambiado y los vestidos femeninos empiezan, primero, a mostrar el tobillo para, a continuación, ir poco a poco acortándose dejando ver, cada vez, mayor cantidad de pierna. Si en la temporada 1913-14 los vestidos ya dejan ver la pantorrilla hasta cerca de la rodilla, varios años después éstos se acortarán aún más y la rodilla quedará al aire. Las medias, en ese tiempo, se imponen como una prenda de lencería imprescindible para estar a la moda y la seda es el material con el que se realizan.
Los años dorados del nailon
La Segunda Guerra Mundial, sin embargo, supuso un duro golpe para las medias de seda. La seda provenía del Japón y la guerra supuso la paralización del suministro de ese maravilloso material. La ciencia, sin embargo, vino al rescate de las mujeres con un material nuevo que iba a revolucionar el mundo de la lencería íntima. Ese material fue el nailon y su creador, el químico estadounidense Wallace Carothers. Carothers, que habló de ella como de “una nueva seda hecha con fibra sintética” presentó la fibra de nailon en 1935 y en la Feria Mundial de Nueva York de 1939 ya se presentaron las primeras medias de nailon. Las presentó Charles Stine, el vicepresidente de la marca Dupont, y las medias de nailon se convirtieron en un auténtico acontecimiento.
El 15 de mayo de 1940 es una fecha determinante en la historia de la lencería femenina. No en vano, se la conoce como “El Día N”. Fue ese día cuando empezaron a venderse, en Estados Unidos, las primeras medias de nailon. Las cifras hablan por sí solas del éxito del producto: apenas cuatro días después ya se habían vendido unos cinco millones de pares de medias. Un año después, las ventas de medias de nailon ascendían a 64 millones de unidades en todo el país.
1941, sin embargo, finalizó con un duro golpe para las medias de nailon. En la mañana del 7 de diciembre de 1941, la base estadounidense de Pearl Harbor, ubicada en el Pacífico, fue bombardeada por el ejército japonés. Los Estados Unidos declararon la guerra al Japón y la Segunda Guerra Mundial entró en una nueva fase. Los esfuerzos de guerra hicieron que EEUU declarara la producción del nailon como de uso exclusivo para la fabricación de materiales de guerra como podían ser los cinturones para camiones o los paracaídas. La escasez de las medias hizo que éstas se convirtieran, prácticamente, en un objeto de lujo. El precio de las medias, en aquella época, llegó incluso a los 20 dólares. Ante tal situación, muchas mujeres optaron por echar mano de la imaginación. Puesto que en aquel tiempo las medias todavía tenían una costura detrás, las mujeres que no querían renunciar a la idea de simbolizar que llevaban medias empezaron a pintar la raya sobre su pantorrilla, simulando así que llevaban medias.
Finalizada la guerra, las medias de nailon empezaron, de nuevo, a venderse en las tiendas. Las mujeres las estaban esperando como agua de mayo. Los famosos almacenes Macy’s volvieron a ponerlas a la venta en 1945. ¿Resultado? En poco más de seis horas llegaron a venderse más de 50.000 pares. En diversos lugares de los Estados Unidos, de hecho, llegaron a haber altercados de diferente consideración porque a oferta de medias de nailon no alcanzaba para cubrir la demanda. En Pittsburg, por ejemplo, sólo llegaron 13.000 pares de medias para cubrir la demanda de 40.000 mujeres que ¡llegaron a hacer cola durante horas bajo una lluvia torrencial para hacerse con uno de los ansiados pares de medias de nailon de la marca Dupont.
A partir de aquí, las medias de nailon no hicieron sino evolucionar. En 1951, por ejemplo, comenzaron a fabricarse con un diseño anatómico. Eso permitía que las medias se adecuaran a la forma del pie y evitaba la aparición de arrugas. En 1952 se fabricaron las primeras medias sin costura.
Licra y minifalda
En 1960 apareció otro nuevo material, la licra, que iba a permitir crear medias y pantys más resistentes (se estiraban siete veces más que las de nailon) y que modelaban con más efectividad la silueta de las piernas. Después de todo, éstas iban a tener una importancia capital en la década de los sesenta.
La expansión de la minifalda (creada por la diseñadora Mary Quant) iba a hacer que las medias y los pantys con todo tipo de estampados y colores iban a tener un protagonismo capital en el mundo de la lencería íntima. Este es el tiempo del debate sobre qué es mejor y más sexy, si las medias o el panty. Los hombres aplauden la primera opción. Las medias (que se suelen usar con el sexy liguero) permiten un acceso más sencillo y rápido a aquellas zonas de la anatomía femenina a la que el hombre está deseando acceder. Los pantys, argumentan las mujeres, resultan mucho más cómodos.
Los años setenta, no obstante, llegaron para, en cierta manera, poner fin a esta discusión. Ni medias ni pantys, dijeron los setenta: ¡pantalones! Deberían llegar los ochenta para que, de nuevo, medias y pantys volvieran a ponerse de moda. Desde esa fecha hasta ahora, hay un color que ha resultado triunfante sobre todos los demás a la hora de marcar tendencia en el mercado de las medias y ese color es el negro.
En la actualidad existen una gran variedad de medias en el mercado. Las de rejilla siguen resultando, sin embargo, las que de manera más directa están asociadas al concepto de lo sexy. Las medias de rejilla fueron las medias de las vedettes y las flappers de los años veinte, de las pin-ups de los cincuenta (con Bettie Page a la cabeza), de las punks de los setenta (que imitaban deliberadamente una cierta estética BDSM), de la inolvidable Madonna de los ochenta…
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