No hay una edad que determine el final de la vida sexual de una persona. O no debería haberla. Los 60, los 70 o los 80 no tienen por qué significar el fin de la vida sexual. De hecho, y según las encuestas, no lo significa para muchas personas, sobre todo desde que la esperanza y la calidad de vida han aumentado y desde que los cambios culturales han favorecido que el sexo en la tercera edad deje de ser un tabú y sea practicado cada vez más por un mayor número de personas.

Que el sexo se practique en la tercera edad mucho más hoy que hace unas décadas no quiere decir, ni mucho menos, que se practique del mismo modo a los sesenta años que a los treinta. La vida sexual viene condicionada, sin duda, por los cambios fisiológicos que el ser humano experimenta a medida que van pasando los años. Con demasiada frecuencia, sin embargo, se ha acusado a dichos cambios fisiológicos del descenso de la libido y de la pérdida del deseo sexual. En la mayoría de los casos, sin embargo, la pérdida de dicho deseo sexual y el descenso de la libido tienen más que ver con causas psicológicas que con causas fisiológicas. Hay muchas personas que destierran el sexo de sus vidas sólo porque no son capaces de aceptar los cambios físicos que se van produciendo en su organismo con el paso de los años. Esto no debe hacer olvidar, no obstante, que hay casos en los que la pérdida del deseo sexual tiene que ver directamente con el padecimiento de alguna enfermedad o con el consumo de algún tipo de medicamentos destinados a curar dicha enfermedad. En estos casos deberá ser un especialista quien proporcione o intente proporcionar la solución que permita a la persona afectada por dicha enfermedad el poder mantener una vida sexual activa. En la mayoría de los casos, sin embargo, para seguir disfrutando de una enriquecedora y activa vida sexual en la tercera edad basta con cambiar el chip mental.

Ese cambio de chip mental que permite mantener una vida sexual activa durante la tercera edad se fundamenta primeramente en un pilar fundamental: el de aceptar los cambios que se han producido en nuestro organismo y en el de nuestra pareja con el devenir del tiempo. ¿Qué cambios son ésos? En el hombre, por ejemplo, se reduce la producción de espermatozoides y líquido seminal, se tiene una respuesta más lenta a la excitación, las erecciones no son tan firmes, los orgasmos duran menos y se necesita un mayor tiempo de reposo entre coito y coito. En la mujer, por su parte, la lubricación es menor, pueden darse situaciones de dispauremia (dolor durante el coito), se tiene una respuesta más lenta a los estímulos y es más difícil alcanzar el orgasmo.

Así, tener setenta años y querer practicar sexo como cuando se tenían veinte o treinta llevará en el 99% de los casos a la frustración. Por ejemplo: un hombre no tendrá erecciones iguales y, no teniéndolas, el coito no será igual. ¿Qué deberá hacer ese hombre, pues, para poder disfrutar de su sexualidad? Prestar atención a otras prácticas, centralizar gran parte de la acción erótica en el acto de acariciar y ser acariciado, explorar zonas corporales que tradicionalmente se han dejado olvidadas…

Es en este aspecto concreto en el que hay que destacar muy positivamente el rol que pueden desempeñar los juguetes eróticos para la tercera edad o, si se prefiere, para la segunda juventud. Un juguete erótico determinado puede dinamizar la vida sexual de una persona de la tercera edad y, por ello, afectar muy positivamente a su calidad de vida. Gracias a un juguete sexual, una persona de la tercera edad puede experimentar una mejora o una rehabilitación de algunos mecanismos físicos y fisiológicos capitales para desarrollar una vida sexual satisfactoria y enriquecedora.

A la hora de escoger un juguete erótico para la tercera edad hay que abrir la mente y no ponerse barreras. Ponerse barreras mentales sería, por ejemplo, concebir la vida sexual única y exclusivamente como la práctica del coito con penetración y orgasmo. El sexo, lo hemos dicho una y mil veces y lo repetiremos tantas veces como sea necesario, es algo (mucho más ) que el coito. Por eso, a la hora de buscar un juguete erótic0 para la tercera edad, hay que ser creativos e imaginar el sexo como algo que va mucho más allá de la simple penetración.

¿Qué juguetes eróticos, pues, podrían servir para enriquecer la vida sexual de las personas de la tercera edad?

Las mujeres de la tercera edad pueden encontrar en las bolas chinas y en los vibradores unos buenos compañeros de juegos. También pueden encontrar en los lubricantes ese sustituto de la lubricación natural que, como hemos apuntado anteriormente, disminuye con los años. Gracias a los lubricantes íntimos, las mujeres pueden disfrutar de su sexualidad sin tenerse que preocupar de las molestias o, incluso, dolores, que suelen ir asociadas a la sequedad vaginal.

Los hombres de la tercera edad, por su parte, pueden optar por una serie de juguetes eróticos entre los que podríamos distinguir los arneses con dildos huecos, las cremas vasodilatadoras, los potenciadores de la erección, los desarrolladores con manómetro, los anillos para el pene vibradores, los masturbadores masculinos o los estimuladores prostáticos.

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