Son muchos los artículos que se han escrito sobre los riesgos del sexting. Y ninguno de ellos miente. Después de todo, enviar a alguien mensajes, fotos o vídeos de contenido erótico y sexual personal sirviéndonos de aplicaciones de mensajería instantánea y a través del móvil, o mediante redes sociales o correos electrónicos, implica, de alguna manera, poner algo muy íntimo nuestro en manos de la persona destinataria de nuestros mensajes.
En bastantes ocasiones, ese contenido que está formado por imágenes íntimas explícitamente sexuales y que se ha enviado de una manera personal y privada, se ha convertido en un contenido de carácter público que, como tal, ha acabado demoliendo no solo la noción de intimidad con la que originariamente se habían tomado las imágenes, sino el objetivo mismo de reforzar esa intimidad que era, originariamente, el motivo que daba razón de ser a la toma de las mismas.
En los artículos dedicados a los riesgos del sexting se ha resaltado cómo, en muchas ocasiones, es la venganza o, dicho de otra manera, el despecho, lo que hace que una persona haga públicas las imágenes íntimas que en su momento le envió su pareja. No todo el mundo sabe asumir el fracaso de una relación amorosa ni sabe reaccionar ante ella de una manera madura, y la posesión de imágenes íntimas del otro obtenidas a través de la práctica del sexting se convierte en una tentación casi irresistible para esas personas despechadas que, así, encuentran en la publicación de dichas imágenes un instrumento sencillo y efectivo de venganza.
En los mencionados artículos, cuando se habla de los riesgos del sexting, se habla también de lo que se conoce como “sextorsión”. En estos casos, la motivación que provoca la publicación de fotos íntimas de contenido sexual explícito de una segunda persona es, simple y llanamente, la extorsión. La persona que aparece en las imágenes estáticas o en movimiento que dieron contenido a la práctica del sexting es chantajeada por quien, en su momento, fue la destinataria de dichas imágenes. Lo que se persigue con ello es, en muchas ocasiones, algún tipo de beneficio crematístico. En otros, sin embargo, se busca algún tipo de “pago en especie”, bien sea en forma de nuevas imágenes, bien en forma del mantenimiento de relaciones íntimas.
Las virtudes del sexting
Ciertamente, y tal y como apuntan todos esos artículos, los riesgos del sexting son varios e importantes, pero eso no quita que, en determinadas situaciones, el sexting pueda funcionar como una importante herramienta que sirve, de alguna manera, para enriquecer la vida sexual de quien lo practica.
Al practicar sexting, lo que la persona está haciendo es desarrollar las propias fantasías y, en buena medida, provocar que el otro desarrolle también las suyas. El sexting también sirve para aliviar cierta tensión sexual y para, en determinadas circunstancias, mantener entre los amantes un contacto que está a medio camino entre la intimidad y la distancia.
Cuando se habla del sexting como herramienta se habla también, y más allá de la utilidad que pueda tener a la hora de servir como vehículo de excitación a distancia, de un instrumento que puede ser muy útil para reintroducir la pasión y la chispa en una relación de larga duración en la que la rutina ha empezado a afectar a aquélla. Un mensaje subido de tono de tanto en tanto puede servir para recuperar o incrementar el anhelo sensual en el seno de la pareja. También puede servir para que los miembros de la pareja, de alguna manera, se redescubran. Después de todo, no hay que olvidar que las personas evolucionamos a lo largo de la vida. Ni las fantasías ni las motivaciones sexuales son las mismas a lo largo de la vida, y descubrir esa evolución en el otro (y el sexting, sin duda, ayuda a ello) puede ser una buena manera de favorecer ese redescubrimiento que dé un nuevo impulso a la relación.
Diversión y respeto
Eso sí: para que el sexting cumpla los objetivos anteriormente señalados es absolutamente necesario que impere en todo momento un concepto que, pese a lo intenso que pueda ser el intercambio de imágenes y comentarios entre los practicantes del “juego”, debe tenerse siempre presente. Ese concepto no es otro que el del respeto. Y ese respeto, lógicamente, se fundamenta sobre un precepto inquebrantable: el de asumir que todo lo que forme parte del sexting debe quedar circunscrito a él. Es decir: “lo que pase en el sexting debe quedar en el sexting”. Ninguna de las fotos, los vídeos o los audios que se envíen ni las conversaciones que se mantengan deben salir del ámbito del sexting.
Cuando se habla de respeto al practicar sexting se alude también a una especie de respeto previo. Ese respeto previo implica no obligar ni empujar a nadie a hacer nada que no quiera hacer. Hay que tener presente en todo momento que cada quien es cada cual y que cada cual tiene sus propias reglas y sus propios límites a la hora de acotar lo que se puede y lo que no se puede hacer en materia de juego sexual. Obligar a alguien en mayor o menor medida a traspasar sus propios límites implica romper de buenas a primeras uno de los principios que no deberían romperse nunca si lo que se persigue es practicar sexting de una manera sana, excitante y divertida.
Y es que la diversión debe ser el objetivo fundamental del sexting de la misma manera que lo debería ser de toda práctica sexual. El sexo no existe para que las personas sufran practicándolo. El sexo existe para disfrutar, para gozar, para hacer la vida mucho más interesante y atractiva. El sexo (y el sexting también) existe para enriquecerse.
A la hora de practicar sexting, además, hay que tener en cuenta lo que nos dice la ley sobre el compartir contenido privado con terceros. Y la ley nos dice que ese compartir material privado o erótico de quien nos lo ha enviado amparándose en un sentimiento de privacidad e intimidad es delito. Lógicamente, también lo es el chantajear a alguien con la posibilidad de publicar ese material que se ha intercambiado durante la práctica del sexting.
En resumen: como tantas cosas en la vida, el sexting no es malo ni tiene por qué serlo de por sí. El sexting solo será malo si las personas que lo practican hacen que lo sea. Como hemos visto, el sexting puede ser una herramienta excelente para enriquecer nuestra vida sexual. Combinada su práctica con el uso habitual de juguetes eróticos, el enriquecimiento puede resultar más intenso y profundo. Eso sí: el sexting será así y tendrá esos beneficios siempre que se practique con cabeza y, sobre todo, con respeto hacia el otro. Algo que, por otro lado, no debería faltar nunca en todos los ámbitos de la vida ni tampoco, por supuesto, en todo lo que hace referencia a nuestra vida sexual.